Ulfsark

Nuevo personaje en nuestra segunda entrega.

Se’irim procedente de la región de Mión, localizada al norte de la antigua región Itih. Su poblado, Ceretes, se encuentra situado al pie de vigorosas montañas nevadas y a un paso de una gran llanura de dura tierra yerma.

Siempre fue un extraño entre su gente, pues, a pesar de su carácter amable y dedicar su vida al bien de Ceretes, su tamaño y vigorosidad le habían hecho ganarse su apodo de Gigante de Ceretes. Decenas de curiosos visitaban el poblado en su busca, tanto para desmentir como confirmar las historias que recorren a lo largo de Mión sobre sus dotes y tamaño. Esto no es un problema para la mayor parte de sus habitantes, pero se había ganado la enemistad de aquellos a quienes por una u otra causa les perjudicaba, hecho que le obligó a partir y abandonar su hogar con apenas unos diecisiete años de edad.

Desde entonces ha vagado solo, recorriendo las diferentes regiones vecinas en compañía de su pesado mazo a dos manos, visitando a los Itih de la región de Sorva, de quienes aprendió a valerse y a conocer sobre el residuo del poder arcano.

Pasó una temporada estival con los Rovheir, curiosas criaturas que adaptan el medio a sus necesidades, poderosas en cuanto al uso del poder arcano y con quienes más ha fortalecido sus músculos y habilidades, pues curiosas ante su visita, le ponían constantemente a prueba, tal fue así, que le invitaron a hacerse cargo de la exploración de una extraña cueva. Los Rovheir temían entrar, pues percibían un poderoso poder en su interior que les infundía pavor. Ulfsark encantado aceptó el reto, su bondad le empujaba a ayudarles a deshacerse de ese yugo que les aterraba desde hacía generaciones.

Perdió la noción del tiempo en aquella inmensa oquedad, recorrió centenas de caminos subterráneos, grutas atiborradas de minerales, de diminutos seres roedores, oscuridad, incluso un lago en el que, por lo que pudo suponer, tardó cerca de una semana en bordearlo hasta el lado opuesto, cascadas, ríos de lava y todo tipo de obstáculos vivos e inanimados que tuvo que sortear, hasta que finalmente, un resplandor llamó su atención, un fulgurante halo débil e intermitente. Curioso buscó la fuente de la que procedía, no tardó en hallar el camino, y al mismo tiempo, no tardo en percibir un extraño ruido que acompañaba la intermitencia luminosa, creyó por un momento que se trataba de la respiración de algún ser, que aparentaba ser bastante grande, pero, las dudas se vieron resueltas al girar un recodo, donde se halló ante una gran sala rocosa, solo iluminada por aquella esfera de un vivo verde, que latía intercambiándose con un resplandeciente blanco. Se acercó a ella, sentía frio, y apreció que se trataba de una diminuta llama, que cual Sol, irradia llamaradas a su alrededor. Se dispuso a tocarla, y esta se desplazó suavemente hacia atrás, evitándole, se aproximó de nuevo, y de nuevo lo evitó. En aquel preciso instante, notó algo a su espalda, giró súbitamente para encarar aquello, fuese lo que fuese, asiendo a su vez su maza acomodada a su espalda, la luz se apagó, sorprendido y confuso, se agacho con tal de protegerse de aquello que con él se encontraba, cuando, en el suelo observó un leve chisporroteo verdoso, justo donde se encontraba apoyado su mazo contra el suelo, lo giró y la luz volvió a iluminar, aunque esta vez mas tenuemente, apagándose por momentos, lo justo para poder vislumbrar las afiladas garras de una infame y enorme criatura apostada ante él. Se apeó, oteó raudo en busca de un camino de huida, pero el único que parecía posible era por aquel por el que había llegado, el mismo que tenía la criatura custodiado. Era el momento del combate, arremetió contra el gigantesco animal, golpeando con su mazo, desde el que, con cada golpe, un destello verde le abandonaba, iluminando su inmediato alrededor, y como si su cuerpo lo atrajese, se introducía en él. Recibió algún zarpazo, le estampó contra el suelo y paredes, pero cada vez que golpeaba con el mazo, se sentía mejor, aquel extraño resplandor verde le curaba, sin saber cómo, había encontrado, adquirido e imbuido en su arma un legendario objeto de curación.

Logró regresar finalmente al exterior de la cueva, donde pudo observar que el invierno se acercaba, había pasado el verano y parte del otoño viajando por aquellos túneles, los Rovheir habían migrado al sur de su territorio, y añorando sus nevadas montañas decidió volver hacia el norte, bordeando esta vez el Mar Gaspiano, ávido de nuevas aventuras.

Lotharn

Nuevo personaje para nuestra segunda entrega.

Aguerrido Jefe menor de Perfos, por todos los suyos admirado y posible siguiente líder de su raza, pues para ellos, los líderes son aclamados por batalla en grupo, eligiendo a sus mejores compañeros de armas y enfrentándose a quien ostenta el poder y sus más afines, con tal de demostrar quién es más fuerte y más inteligente, podría decirse que es su deporte favorito.

Desde pequeño, soñaba con poder sentarse ante los jóvenes, y mostrar sus cicatrices y tatuajes, explicar y ser admirado por todos, por sus logros. Hace tiempo ya que su pueblo vive en paz, y su única ocupación es la caza, caza cada vez mayor y peligrosa, y cada vez con menos herramientas en sus manos, pues su afán de superación y devoción por lo bélico le demanda más riesgo. Es así que su arma favorita son sus puños y no duda en darles un buen uso ante cualquier peligro que ose plantarle cara.

Ahora ya abandonada la juventud y bien entrado en la madurez sensata, siente que la vida de la que tanto hablan sus mayores, no es la que él está viviendo, sus cicatrices no son tan profundas, y sus tatuajes no explican gloriosas batallas, ve en sus más allegados, que aquello que le han enseñado, aquello que conoce pero no ha conocido, es y seguirá siendo, un recuerdo que sus ascendentes han implantado en su memoria.

Todo cambió, el día que sin previo aviso, un extraño ser, un ser energético, proveniente del norte del antiguo territorio Quida, se personó ante ellos, haciéndoles saber que un terrible mal había proclamado como suyo ese territorio Quida, y que pretendía proclamar como suyos todos y cada uno de los que existan sobre Rahaylimu, así como todas y cada una de las almas que en ellos habiten. Su cara se iluminó, una sonrisa brotó entre sus labios, y enseguida quiso saber dónde podría encontrar a aquel ser. El extraño, se apresuró a advertirle, que los de su propia raza habían sucumbido a sus exigencias, y que ahora luchaban por y para ese mal, pues no tenían otra opción que morir bajo su influencia.

—Prefiero morir luchando —aseguró Lotharn.

Dio la espalda a aquel indigno emisario, dejándole con la palabra en la boca, en este, se presentaba un semblante de tristeza, por no tener la oportunidad de disculpar a los suyos, y la esperanza echada en Perfos, pues quizás, estos pudiesen liberarles del yugo de aquel nuevo mal.

Lotharn, se apresuró a convocar el Consejo de Perfos, donde todos y cada uno de los líderes menores se reunían junto al líder para decidir cómo afrontar la posible nueva contienda. La presentó con dicha, pues ante él se había presentado aquello que más anhelaba, la posibilidad de demostrar su valía, de encontrar adversarios dignos que tuviesen el valor de hundir sus armas en su piel y después, cuando hubiese vuelto a casa con los suyos, narrar esas gloriosas batallas tatuándose la piel.

No fueron esas todas las sorpresas, pues antes de partir hacia la gloria, otros extraños visitantes se adentraron en sus tierras, portando nueva información y nuevas aventuras.

Perfos

Nueva raza en nuestra segunda entrega.

Raza de gigantes, conocidos por todos como los gigantes azules, pues el frío de las latitudes de su región es propicio para que todo en aquel territorio tenga un tenue tono azulado. El doble de la talla de un Rethah, barbudos, calvos y tremendamente fuertes físicamente, su musculatura y agilidad rivaliza con cualquiera de los animales salvajes de la zona, que son también enormes y feroces. Se dice que no tienen sangre, o que su sangre es azul, pues la mayoría suele no protegerse del frío. Popularmente ataviados con largos pantalones bombachos de piel, atados a la cadera con una gruesa cuerda adornada en su extremo con lo que para ellos son pequeñas dagas, las cuales se cree que son las armas de sus enemigos más sanguinarios, que ahora, después de ser vencidos, les adornan recordándoles aquella pasada guerra. De torsos descubiertos, la mayoría luciendo altivamente sus cicatrices, engalanadas con los tatuajes que representan las batallas conquistadas. Se cuenta también, que a los jóvenes de Perfos, se les enseña a través de cuentos explicados por medio de los tatuajes, reviviendo, cada uno de sus miembros, los gloriosos momentos que sus puños les han otorgado.

En su ser permanece la barbarie que sus antepasados desempeñaron, son reacios a cualquier avance social, así pues, siguen viviendo en reducidos grupos, ocultos en enormes cuevas horadadas en la helada tierra, solo visibles en la lejanía por las pequeñas aldeas de tiendas que adornan cada entrada a modo de torres vigía. Experimentados mineros y expertos herreros, de sus cavernas surge la mayor parte del hierro, cobre y minerales varios que envían hacia la región de Rethah, con quienes y a pesar de su carácter, mantienen buenas relaciones comerciales.

Su uso de lo arcano es si no, más bien rudimentario, utilizándolo básicamente como envoltorio interno de sus cuevas para mantenerlas sin derrumbes, y a su vez, protegiéndolas de cualquier asalto indeseado.

De carácter recio, no se dejan engañar por triquiñuelas, y cualquiera que lo intente es rápidamente recibido con violencia, perversamente astutos y preparados para cualquier tipo de contienda, sea a la antigua o mágica. Perfectos anfitriones si te ganas su confianza, atentos, sinceros y dados a compartir su mesa si la historia que tenga que contar su huésped, es según sus estándares, interesante.

Sus dominios se han ido reduciendo a lo largo de los siglos, limitado según sus antiguas leyes, por el hielo, el cual siempre ha dominado en sus vidas y el cual se ha ido reduciendo hasta confinarlos en lo más al norte de Rahaylimu. No hace muchos siglos, sus cuevas se abrían paso por el entonces helado Mar Gaspiano, pudiendo caminar por sus profundidades, descongelando todo tipo de animales subacuáticos para su sustento. Actualmente quedan algunos restos de esas azules cavidades al sur de sus dominios, limitando directamente con el vaivén de las olas que poco a poco van devorándolas.