Ferve

Nacida en Skafa, una aldea en el extrarradio al sur de Rialtor. Vivía junto a sus padres, quienes orientados al negocio ganadero, contaban con un gran número de reses, entre cabras y ovejas de las que obtenían sus beneficios en su comercio. Además de sus padres, Ferve vivía junto a su hermano mellizo Raxio, del que nunca se separaba fuesen a donde fuesen, siempre jugaban juntos en su tiempo libre, pues desde temprana edad, ayudaban a sus padres, llevando las reses a pastar a las vastas praderas que rodeaban la aldea.

Era una joven soñadora y muy enamoradiza, tanto, que con tan solo una mirada de cualquier hombre, se empeñaba en que era “el hombre de su vida”. Pues ella ansiaba encontrar el amor por encima de todo. Por otro lado, su hermano era más reservado, y hacia lo posible por protegerla, advirtiéndole en más de una ocasión que sus sueños acabarían haciéndole daño, que estaba muy bien tenerlos, pero, obsesionarse le traería problemas. No obstante, ella no podía evitarlo.

Un día, ambos estaban cumpliendo con sus tareas en la pradera, cuando divisaron desde la lejanía, a un grupo de Perfos que se dirigían hacia su aldea, estos, son seres de una raza provenientes de las tierras gélidas, cerca del polo norte de Rahaylimu, seres de gran corpulencia y muy astutos. Llamados por su curiosidad, reagruparon el rebaño y regresaron a Skafa, con la intención de averiguar qué era lo que buscaban. Pero al llegar, observaron una fuerte discusión entre los componentes de ambos pueblos, a Ferve y su hermano les invadió el miedo, pues, bien sabían que si aquellos seres se proponían acabar con la aldea, lo harían sin apenas oposición.

No obstante, un hombre apareció de entre la multitud, equipado con una brillante e imponente armadura pesada, con el emblema del ejército imperial de Rialtor, este se acercó a los seres con suma precaución, y con tono amable y cortés, puso fin a la disputa, que, al final, tan solo había resultado ser un pequeño malentendido. Ferve, al contrario que su hermano, apenas presto atención a la resolución del conflicto, pues estaba completamente eclipsada por aquel fornido y apuesto soldado, para ella, aquel era su nuevo “hombre de su vida”. Y muy a su pesar, tras la resolución, el soldado continuó su camino hacia Rialtor.

A Raxio, aquel momento le sirvió para tener más que claro que su destino era convertirse en soldado imperial, las expectativas de Ferve, en cambio, eran totalmente distantes a las de su hermano, pero su apego a él y la posibilidad de volverse a encontrar con aquel radiante salvador, fue lo que le impulsó a unirse al ejército imperial de Rethah, pues por encima de todo, estaba el vínculo que le unía a su hermano. Ambos ascendieron rápidamente en la escala de galones del ejército, endureciendo su carácter, su fuerza, coraje e inteligencia, convirtiéndose ambos en pilares fundamentales para el ejército, desmarcándose un poco Ferve sobre su hermano, quien fue obsequiada por el gran comandante con un arma que albergaba gran poder, y que tan solo alguien de su destreza podría usar. Aquello le lleno de orgullo, y junto a su hermano resolvió cientos de situaciones con resultados más que satisfactorios. Sin embargo, ser los pilares de un ejército de tanto renombre, no les iba a facilitar la tarea a la hora de enfrentarse con lo que el destino les tenía preparado para sus próximas misiones.

Vala

Hija de Ragah, uno de los más respetables, sabios y honorables líderes Hartach, que por encima de todo buscaba la prosperidad de su especie, y la armonía con las demás, incluida la Sintiary, pese a sus evidentes diferencias. Vala, en su primer estadio, era una cría Hartach de lo más curiosa y fisgona, buscaba e investigaba todo lo que se le antojaba, junto a su amigo Galdo, su inseparable compañero de juegos y aventuras. Durante ese primer estadio, y casi de recién nacida, llegaron a sus tierras dos Se’irim, a quienes se les conocía como Rin y Khan, fueron recibidos por su padre con gran amabilidad. Estos, tras explicarles sus motivos, estuvieron aprendiendo y conociendo a los Hartach, situación que llamo la atención de Vala y de Galdo, que les acompañaron curiosos, y de manera inconsciente aprendieron muchas cosas de los Se’irim, aunque aquella vivencia casi pasó al olvido, pues en su primer estadio, absorben y asimilan mucho conocimiento, pero su memoria apenas está desarrollada, y tan solo retienen lo necesario para evolucionar.

Pasó el tiempo, Vala evolucionó a su segundo estadio, en este, ya se tiene más uso de razón y conocimiento, con lo que aprovechan para desarrollar sus habilidades de combate en duros entrenamientos. En su caso , fue su padre quien la adiestró, quien además de esmerarse en las técnicas de combate para convertirla en una Hartach de gran poder, también le inculcó las pautas para ser un ser de buen corazón, como lo era él. Al finalizar sus sesiones de entrenamiento, realizaba combates de práctica con su amigo Galdo, ella se estaba instruyendo en el arte del sigilo y combate con dagas, unidas a una técnica ancestral Hartach  del uso de almas y sangre, mientras que a Galdo, se le instruyó en el arte de la necromancia. Dichos combates eran muy reñidos y de gran intensidad, los cuales nunca tenían un claro vencedor, pues sus poderes estaban muy igualados, ya que en ambos casos sus conocimientos eran de niveles de iniciación a su especialidad.

Pasados los años, llegó el día en el que evolucionó a su tercer estadio, en este se ponía en práctica los conocimientos combinados de sabiduría, control de las almas, poder arcano y técnicas de combate más avanzadas, convirtiéndose así en grandes guerreros en sus ámbitos. La amistad entre Vala y Galdo se enfrió, pues los ideales de Vala inculcados por su padre, se distanciaban de los suyos, pues su única obsesión, era llegar a poseer un gran e inconmensurable poder, tal era dicha obsesión, que rápidamente alcanzó el cuarto estadio, mientras que Vala daba pequeños pasos en el conocimiento, para absorber todo a la perfección, pues ya sabía que las prisas no le llevarían a ninguna parte.

Durante este periodo de aprendizaje, muchos de los miembros de la raza Hartach empezaron a disidir con el padre de Vala, pues su actitud tan cordial pasó a no agradar demasiado, ya que se alejaba de las costumbres que habían dominado a los Hartach desde el inicio de su existencia, cosa que por extensión hizo que también se crease ese mismo sentimiento sobre Vala, quien poseía el mismo carácter. Aquello no le afectó, pues era lo suficientemente fuerte como para soportar esa tensión, aunque muchas veces, sus respuestas sentenciosas y directas no eran la mejor solución, y en más de una ocasión le originó enfrentamientos con los suyos. No obstante, aquellas tensiones nunca fueron a mayores, a pesar de todo, respetaban a su padre, pues era uno de los líderes y eso nunca lo cuestionaron.

Finalmente, Vala llegó a su cuarto estadio, con una destreza, un poder y una habilidad que muy pocos Hartach podían adquirir, sus esfuerzos y métodos habían resultado satisfactorios. Sin embargo, al poco de llegar a este estadio, su padre falleció por causas naturales. El resto de líderes, aprovecharon su falta, para poco a poco cambiar aquella situación de armonía que Ragah había conseguido crear, nunca llegaron a ser hostiles con otras razas, pero si muy reacios a contactos con ellos, e incluso se atrevían a infiltrarse de vez en cuando en acto vandálico, todo sin apenas importancia y pasando desapercibidos. No obstante, aquello molestaba a Vala en gran medida, e intentaba siempre detener a sus líderes y a su pueblo en este tipo de acciones, los líderes, sabios que son, la escuchaban y entraban en razón, sin embargo, el pueblo la veía como un estorbo en la evolución de lo que podrían llegar a ser los Hartach realmente. Lo que Vala desconocía en ese momento, es que la importancia de sus actos, van a tener mucho peso en la historia de su especie, y en la de todo Rahaylimu.

Antón

Criado en el último templo de la orden de magos del cuadrado que seguía en pie, pues este estaba condenado al olvido como el resto. En él, tan solo residían un niño llamado Antón y un anciano, un mago elemental de gran poder, el último de los grandes magos del templo. El resto de jóvenes instruidos habían emprendido sus viajes en solitario, tan solo Antón permaneció junto a su maestro, para seguir adquiriendo conocimiento sobre la magia elemental, pues él no sólo quería llegar a ser un gran mago, sino que quería llegar a ser instructor de otros jóvenes.

Con gran atención y dedicación, atendía a todas las enseñanzas de su maestro, tomando notas y confeccionando libros y manuscritos que iba guardando cuidadosamente, para que el día de mañana les sirviera de guía a aquellos que como él, buscaban el camino del conocimiento y de la sabiduría arcana. Tras muchos años, aquel estilo de vida fue el único que Antón conoció, hasta que por inclemencias de la vida, el tiempo no perdonó a su maestro, que sucumbió por los estragos de la edad, decidiendo, entonces, partir con una caravana, marchándose del templo con todos sus documentos junto a él.

Antón recorría Rahaylimu en busca de más conocimiento, ampliando así su biblioteca particular, además de explorar e investigar otros antiguos y abandonados templos, en los que normalmente encontraba nuevos hechizos en pergaminos, y grimorios que añadida a su colección, pasaba largas jornadas estudiándolos, pues su dedicación y sus hobbies iban de la mano, tomando los altares de estudio como su lugar de confort, lo que más anhelaba en esos lugares era estar inmerso en el aprendizaje. En sus viajes, siempre estaba dispuesto a ayudar a las diferentes aldeas y aldeanos de Retath, ya fuese en cacerías que estaban fuera de su alcance, imbuyendo objetos para usos honorables o impartiendo paz, en los lugares donde la injusticia se le presentaba a su paso, sin pedir nada cambió, más que comida y descanso durante un día, pues no buscaba lucrarse, simplemente ayudar a aquellos que no pueden valerse por sí mismos.

Tras varios años de aventuras y aprendizaje, llegaron sus hazañas a oídos de un prestigioso comandante del ejército imperial de Rialtor, con lo que fue en su busca, para pedirle que adiestrase a los nuevos reclutas magos del ejército. Antón, sin dudarlo, acepto aquel reto, pues había conseguido acrecentar su poder y sabiduría, y ya era hora de que pusiese a prueba sus habilidades como instructor. Así fue, que durante mucho tiempo estuvo adoctrinándolos, y durante años, las fuerzas mágicas del ejército imperial aumentaron de forma considerable. A cambio, él recibía cobijo, comida y acceso a todas las bibliotecas y conocimiento de Rialtor, pues para él, aquello era mejor que cualquier recompensa económica.

A la vuelta de una misión, uno de sus discípulos le informo sobre un dragón que azotaba la zona de Galdin y Forn, que muchos cazadores habían intentado darle caza, sin éxito alguno. Antón decidió hablar con el comandante, informándole de su partida, pues los soldados estaban bien instruidos e incluso ellos mismos podrían adiestrar a los nuevos reclutas. Dicho eso, se despidió, recogió sus pertenecías y puso rumbo a Galdin, pues sentía la necesidad de acudir en su ayuda y acabar con esa bestia alada, que tantos estragos parecía estar causando. Aunque, para su ignorancia, aquel monstruo no era lo más peligroso que moraba por aquellos lares, ignorancia a la que el destino pondrá remedio, cruzando su camino ante un reto que pronto descubrirá.

Laitoh

Nacido en Forn, hijo de mercaderes de esa misma aldea, son artesanos del cuero y el metal, confeccionando diferentes tipos de enseres que venden en un puesto de suministros varios para cazadores, lugar donde se crió, pasando gran parte del día oyendo historias que le contaban los cazadores que por allí pasaban, su sueño era convertirse en uno de ellos, enfocado a la magia, pues esta le fascinaba. En los ratos que no estaba en el puesto, se iba junto a su mejor amigo Télcar, que, aunque menor que él, compartían la ilusión de ser cazadores, ambos salían por las afueras de Forn, fantaseando que vivían grandes aventuras combatiendo con todo tipo de criaturas.

Durante muchos años, Laitoh fue estudiando y aprendiendo todo lo que podía sobre la magia, ya sea de libros que llegaban al mercado, de consejos de otros cazadores y con la práctica, hasta iniciarse en conocimientos básicos sobre el control del poder arcano. A sus dieciséis años se vio preparado para partir en su peregrinaje, sus padres eran conscientes que ese día llegaría, y a pesar de apenarles la idea de separarse de su hijo, ambos se sentían muy orgullosos de él, y le animaban a que lo realizase y cumpliese su sueño. Le prepararon y pertrecharon con todo lo que podía necesitar, y finalmente partió de Forn acompañado un tramo por Télcar, finalmente éste decidió volver a Forn y Laitoh le prometió que un día volvería, y sería convertido en un gran mago. Reanudó su viaje en busca de sus cualidades, pues tenía claro que quería ser mago, sin embargo, no tenía decidido en que campo del poder arcano quería especializarse.

Durante su peregrinaje recibió muchas lecciones y enseñanzas de varios maestros arcanos, de diferentes ámbitos. En uno de esos días de viaje, pudo oír gritos tras una zona rocosa, sin pensarlo dos veces fue a ver lo que ocurría, observando cómo un par de hombres de gran corpulencia, uno de ellos equipado con una alabarda, y el otro con un inmenso mazo de guerra, estaban acorralando a una mujer, de baja estatura, vestía túnica y empuñando un cetro. Al parecer, aquellos hombres conocían a la mujer y amenazaban con arrebatarle la vida, Laitoh impotente, pensaba la manera de ayudarle, sin embargo, no tenía el suficiente poder y conocimientos para hacerlo.

Ambos hombres se lanzaron al ataque sobre ella, pero sin entender muy bien cómo, aquella mujer creó un muro mágico bloqueándoles el paso, al tiempo que evocó unas fuertes ataduras mágicas que los inmovilizaron. Laitoh asombrado, permanecía oculto expectante ante tal recital de sabiduría y poder de aquella mujer, pues a cada intento de ser atacada, contraatacaba haciendo uso de diferentes escudos, muros, cúpulas y demás protecciones mágicas que les impedía tan siquiera acercarse. La mujer les dio un último aviso para que desistieran en su afán de acabar con ella, que por más fuerza o poder que tuviesen no era nada comparado con su capacidad defensiva, morirían antes de agotamiento, sin provocarle un solo rasguño. No obstante, los asaltantes volvieron a insistir en un nuevo ataque, pero aquel sería el último, pues la mujer los evadió, mientras conjuraba una barrera en forma de pirámide sobre ellos, que acabaría dejándolos encerrados, cual celda en una mazmorra.

Con una sonrisa en el rostro, la mujer se dio media vuelta, remarcándoles su advertimiento, pero era benévola y que pasado un día el hechizo se desvanecería y volverían a ser libres, sin embargo, les tocaría quedarse encerrados allí todo un día, con lo que les aconsejo que no malgastasen sus fuerzas en intentar escapar, sería inútil. Tras aquellas palabras, la mujer volvió al sendero donde Laitoh la abordó impresionado, ella, ya había notado su presencia y lo atendió amablemente. Ambos anduvieron varios días juntos, donde Laitoh la hostigó a preguntas, peticiones de enseñanzas y consejos para convertirse en un gran mago como ella, un mago de apoyo defensivo. Finalmente, sus caminos se tuvieron que separar, pero ya tenía clara su especialización y dedico todo su peregrinaje en aprender, practicar y convertirse en un mago de aquella índole.

Tras varios años, consiguió su objetivo, y llegó a sus oídos que Forn había sufrido graves daños en su ausencia a causa de un terremoto, su familia no era una de las afectadas y su negocio seguía sin problemas, sin embargo, también le habían informado que los bandidos asediaban la aldea casi cada día, y tras participar en el torneo anual de Rialtor, probando su valía combatiendo contra todo tipo de contrincantes y llegando casi a la gran final. No perdió detalle tras la derrota, y dedico su tiempo a aprender más, viendo el resto de combates de las diferentes categorías, pues cualquier nueva información le valía, tras esto, partió hacia Forn, con la idea de ayudarles en la defensa y en la prosperidad de la aldea.

Al llegar no recibió la cálida bienvenida que esperaba, pues la aldea estaba siendo asaltada por centenas de bandidos, estando únicamente su amigo Télcar reteniéndoles y claramente haciendo uso de sus últimas fuerzas. Sin dudarlo un instante, acudió en su ayuda, cubriendo la aldea entera con una inmensa cúpula azul zafiro, impidiendo que los enemigos entrasen, además evocó una decena de cadenas mágicas que envolvieron a los enemigos, tanto bandidos como criaturas de todo tipo que luchaban en su bando, inmovilizándolos y dejándolos fuera de combate. Tras ayudar a su amigo a expulsar a aquellos bandidos, celebraron su regreso. Sus padres copados de orgullo, le recibieron con una cálida bienvenida, y desde ese día Télcar y Laitoh se convirtieron en una de las defensas más poderosas de toda Rethah, defendiendo Forn y a sus habitantes de cualquier peligro que intentase perturbar la calma en ella.

Se’irim.

Los Se’irims son seres de raza humana, su existencia en Rahaylimu es mucho más reciente que el de la mayoría, se remonta a unos pocos milenios atrás, aparecieron en una época en la que los Sintiary y los Hartach hacía poco que se habían proclamado como vecinos territoriales. En la actualidad, poseen el mayor número de población, extendiéndose por muchos territorios a lo largo de todo el globo, la saga transcurre en la región de Rethah uno de estos territorios, cuya capital es la gran e imperial ciudad de Rialtor, desde donde parten nuestros protagonistas hasta llegar la aldea de Galdin, donde comienza nuestra historia.

Son una raza pacífica, mediadores en las disputas, buscan el diálogo y la sensatez para resolver conflictos, no obstante, no se les debe subestimar, los Se’irims son poderosos y muy versátiles en sus estilos de combate. No poseen una habilidad natural o ancestral como los Sintiarys o los Hartach, debido a su capacidad espiritual y arcana, pueden escoger el o los talentos a desarrollar, ya sea decantarse a la magia, o al combate físico, tanto de manera ofensiva como defensiva. Para realizar y alcanzar dichas habilidades, todos los Se’irims que desean seguir ese camino, deben realizar un peregrinaje a muy temprana edad, lleno de pruebas, misterios y aventuras, donde aprenderán en su camino cuál es su mayor virtud y obtendrán su recompensa, recibiendo conocimientos de grandes maestros, ruinas, escritos, e incluso algunos nuevos desarrollados por ellos mismos.

Una vez son conocedores de su especialidad y tras un duro entrenamiento, combaten cualquier amenaza si el diálogo no les resulta eficaz, no obstante y a pesar de su peregrinaje, se dice que los verdaderos maestros y portentos de la raza Se’irim, realizan un segundo peregrinaje en su etapa adulta, especializándose en su rama escogida para pasar a ser maestros o diversificándose pasando a ser sabios y versátiles, sin embargo la dureza de este es conocida por todos, incluso puede llevarles a la muerte, pero los que logran superarlo, son dotados de habilidades que hasta para ellos son inimaginables.

Otro rasgo a destacar, es la gran curiosidad por explorar los más recónditos y secretos lugares de Rahaylimu, es solo uno de los motivos por el que hacen el peregrinaje, les entusiasma investigar todas las rarezas que hay escondidas, porque las hay, y muchas, ya sean procedentes de una civilización ancestral, por los Sanrak, quienes esconden objetos de gran valor mágico, ya sean lugares o historias históricas, runas o armas y armaduras legendarias que albergan un gran y desconocido poder, cualquier cosa oculta y de rareza para ellos, la intentan aprender, averiguando todo sobre estas. Su juventud como raza los limita en conocimiento, en comparación a otras, aun así, es cuestión de tiempo que los alcancen e incluso los superen, ya que tienen un gran espíritu de superación que les impulsa a ello.