Presentación de Galdin en Librería Gigamesh

https://www.facebook.com/events/2232544143694797/permalink/2232544157028129/

Ya tenemos fecha. Durante el día 28 de noviembre de 2018 tendrá lugar, a eso de las 18h, la presentación de «Galdin – El resurgir del mal» en la por todos conocida librería Gigamesh, en Barcelona, cuna de Juego de Tronos en nuestro país.

El link os direccionará a facebook, donde podréis apuntar vuestra asistencia al evento, así sabremos cuantos de vosotros estáis interesados en conocer más de esta obra y de sus autores.

¡¡¡¡Hacednos todas las preguntas que deseéis, hay muchas incógnitas que podríamos desvelar!!!!

Saludos y nos pronto. 🤗

Presentación Galdin en Librería Documenta

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Así es, el 9 de octubre tenemos una cita con todos vosotros en la librería Documenta de Barcelona, en la calle Pau Clarís 144. Empezaremos a las 19h y estaremos dándolo todo para explicar y ampliar nuestras intenciones con respecto a esta saga.

Os esperamos.

Viaje en el tiempo.

http://www.sagagaldin.es

—Dime Rin, ¿qué es lo que ocurre?

—Gracias por darte prisa, Antón, está volviendo a ocurrir, debes volver a abrir la grieta.

—¿Grieta? ¿Qué grieta?

—Como la de Fuigen. Está aquí mismo, ¡observa!

—¡Cierto! Aunque… esta es mucho más tenue.

—Sí, lo es. Pero presiento que esta vez va a ser muy importante poder abrirla.

—Está bien, ¡vamos allá!

Antón dio un paso al frente, encarando aquella leve y cuasi imperceptible fisura, extrajo levitando de su túnica la Esperalita, situándose ante sí, mientras que con sus manos gesticuló rotativamente, pronunciando un conjuro atípico de un mago elemental. Rin observaba sin mediar palabra, contemplando el aura purpura que se generaba envolviendo las manos de Antón y que al instante también lo hacía en la Esperalita, iluminándose intensamente y vibrando suspendida en el aire. Tras unos segundos el aura se transfirió hacia la fisura, volviéndola completamente visible y abriendo una especie de brecha en el aire, desde la que pudieron ver un paisaje totalmente desconocido para ellos. Rin se acercó a la brecha, sonriente, tendiendo la mano hacia su interior.

—Bienvenidos de nuevo, amigos —dijo ella al tiempo que alguien le agarraba la mano desde el otro lado.

Jornada previa.

Una temprana mañana de primavera amanecía empapada en la aldea de Galdin, sus aldeanos ya hacían acopio de la fresca hierba, recolectan caracoles y visitan los frutales. Los cazadores hacía ya un par de horas que partieron, al amparo de la noche, en busca de una presa digna de abastecer a la aldea, por lo menos, durante esa jornada. Kell, una muy joven muchacha encabezaba la partida de caza, se había ganado ese honor, pues a pesar de su corta edad, sus habilidades y predisposición eran superiores a las del resto, y lejos de ser víctima de las envidias, todos la quieren y apoyan. Durante la tarde del día anterior, recibió un encargo muy importante, procedente de Rin, su chamán y líder, tan explícito como extraño, pues le dijo que debía llegar a la explanada de los sables antes del amanecer. Y así lo hizo, acompañada por Dylan y Niar, quienes fieles la seguirían fuese donde fuese.

La explanada se encontraba solitaria, y decidieron rodearla por la linde del bosque, hasta llegar a las pedanías del copioso río, donde Kell esperaba sorprender a algún animal con sed matutina. Se hallaron solos en aquel idílico paraje, donde teniendo en cuenta la dirección del viento, se apostaron a la espera de su presa. Aprovecharon a desayunar ricas almendras tostadas, y se acercaron a beber las frescas aguas salvajes. Momento, en el que gratamente les sorprendió el banco de salmones que empezaba a remontar el río. —¿Será por esto por lo que Rin nos mandó aquí? —se preguntó Kell. Llevada por esa idea, y recordando que en su macuto siempre lleva una red, decidió, con la ayuda de sus compañeros, llevar pescado fresco a la aldea. Durante los preparativos, el sol asomó por entre las copas de los árboles, momento en el que decidieron mojarse los pies y comenzar su jornada de pesca. La alegría no les duró demasiado, pues distraídos como estaban, no se dieron cuenta que alrededor de una decena de sables había irrumpido en aquella parte del río. Asustados, perdieron la red, y presa del pánico, alcanzaron a asir sus armas. Los sables se alertaron en ese momento del peligro, y en defensa de los más pequeños que les acompañaban, arremetieron a la carrera tras ellos. Raudos corrían, disparando las pocas flechas que habían llegado a alcanzar, acertando alguna, pero carentes de potencia, no hacían más que enfadar a los felinos. Huyeron despavoridos, tanto como sus piernas y pulmones se lo permitían, hasta que sin saber cómo ni por qué, comenzaron a levitar, ajenos a la manipulación que experimentaban sus cuerpos.